Se entiende por eficacia cosmética al cumplimiento de las promesas para las que fue formulado un determinado producto cosmético.
Esto no depende solamente de la elección de las materias primas, sino que también de la correcta formulación de las mismas.
Tanto el formulador, el elaborador, el profesional médico y el estetista pueden acceder a la información de eficacia por medio del rótulo o de la publicidad y utilizar el cosmético de la manera más adecuada.
Si bien no existen métodos oficiales validados para determinar la eficacia de los productos cosméticos, las técnicas más utilizadas son:
Análisis de Imágenes de réplica cutánea
Consiste en avaluar mediante diversos programas informáticos las imágenes digitalizadas de las réplicas obtenidas con resinas de siliconas que solidifican y permiten obtener un perfil ( profundidad de arrugas, distribución, grado, etc.) del estado de la piel.
Elasticidad de la piel
La aplicación de succión (en condiciones fijas y determinadas) sobre la piel permite evaluar la resistencia a la deformación, es decir la elasticidad cutánea.
Las pieles jóvenes, bien hidratadas, suelen presentar mayor resistencia a la deformación. En cambio la elasticidad de la piel (capacidad de recuperarse frente a una deformación externa), se pierde con el envejecimiento.
La utilización de la aparatología especifica (cutómetro) antes y después de un tratamiento, permite evaluar la mejora de la elasticidad y
la firmeza, que tienen relación directa con la estructura de la piel.
Grado de hidratación
La determinación de la conductividad eléctrica de la piel permite evaluar su estado de hidratación.
Para ese fin se emplea el corneómetro.
Los resultados se interpretan de la siguiente manera:
A mayor hidratación, más agua móvil en el estrato corneo y por consiguiente mayor conductividad eléctrica.
